sábado, 15 de septiembre de 2018

LAS NORMAS SUPREMAS DEL MONITOR

LAS NORMAS SUPREMAS DEL MONITOR

De todos es sabido que ser monitor no es algo sencillo, que cada vez implica una responsabilidad mayor y cada vez se observa con más detenimiento nuestro trabajo, sobretodo si es con niños. Monitores hay muchos y de diversos tipos: entrenadores deportivos, cuidadores de recreos o comedores, catequistas, animadores, etc… Pero un monitor de tiempo libre se encarga de plantear actividades de ocio para niños y jóvenes normalmente, sin más objeto (en un principio) que hacer que pasen un rato agradable. El tiempo libre es el tiempo que queda después de todas las obligaciones: trabajo, estudios, etc… Entender la educación en el tiempo libre de esta manera tan simple puede llevarnos a equívocos, entre ellos la falsa creencia que la educación en el tiempo libre es la hermana pequeña y menos importante de la educación formal.

Es aquí donde cobra especial relevancia que el monitor de tiempo libre entienda que su labor es importante y que ha de ser consciente de todo lo que está poniendo en juego. El monitor de tiempo libre no solo entretiene sino que transmite valores, ayuda a crear relaciones sociales con otros iguales, enseña el valor de vivir en grupo, a gestionar el tiempo de ocio, a conocerse a uno mismo y tantas otras cosas que transmite con su ejemplo.




Por ello nosotros, en la Escuela Istrión, que queremos ser monitores de tiempo libre exigentes con nuestro trabajo, tenemos que ser personas que vivan estos valores las 24 horas del día, personas con calidad humana, que sean capaces de acoger a todos y crear experiencias que marquen positivamente a aquellos que nos han encomendado su tiempo libre.

No se puede olvidar que el ejemplo educa mejor que la palabra, los chicos y chicas que nos ven, nos imitan. Nos miran y a partir de ahí adoptan modelos para construir su propia identidad. Por lo tanto hay que ser conscientes de que nuestra forma de ser y comportarnos va a tener consecuencias directas en la vida de los que nos rodean. Educar se convierte entonces en una tarea atrevida ya que inevitablemente nos convertimos en modelos de comportamiento para su crecimiento y desarrollo.

Entonces, ¿tenemos que ser perfectos? Parece que se va creando una tensión entre el monitor real y el monitor ideal, que nos cuestiona y acecha. En esta tarea ni se exige la perfección ni existe el monitor ideal. Pero hemos de buscar lo que Atilano Alaiz llama el “educador posible”: aquel que se mira en el espejo del monitor ideal y quiere ser “el mejor monitor posible”.




Por ello os dejamos dos normas supremas:

  1. El monitor tiene que tener claro que quien manda es el grupo, no su capricho personal. Prima el desarrollo del grupo, la búsqueda de identidad y el respeto a los matices dentro del mismo.
  2. El entusiasmo. Ya podrías saber todas las técnicas y dinámicas, la teoría sobre cómo funciona un grupo y todos los trucos posibles, que sin pasión por lo que haces tu acción educativa será fría y te alejará de los participantes. No se puede dar lo que no se tiene, si uno no es animado, no puede animar. Estar comprometido y apasionado por lo que haces hará que los miembros de tu grupo cada vez que vean salgan “reanimados”.
Ahora sí y antes de comenzar tu labor debes plantearte tres cuestiones sobre ti mismo. Jamás te pongas en marcha sin haber dedicado algo de tiempo a contestarlas. No hay respuestas correctas pero sí obligación de plantearlas. Es posible que estas respuestas puedan cambiar con el tiempo y te servirán para ir construyendo tu propio camino de monitor.

¿Quién soy yo? Has de preguntarte por tu propia identidad, qué recursos tienes, cuáles son tus armas para enfrentarte al trabajo.

¿Cuáles son mis valores? Has de ser capaz de ponerlos en práctica.

¿Qué objetivo persigo? Definir el campo y objetivo de tu acción como monitor te ayudará a dirigir el timón del grupo.

Es por ello que tenemos una misión grande y preciosa, tenemos el poder de dignificar la vida de los que se encuentran con nosotros. Nada hay más puro y más humano que un niño jugando, divirtiéndose y disfrutando con sus amigos. Esto para nosotros debe ser sagrado.

Ser monitor exige sacrificio por parte del educador, el pedagogo italiano Lorenzo Milani lo expresa de una manera muy particular: “El destino del educador es que los chicos abusen de él”. Esta expresión se justifica en el amor que siente hacia los participantes que le son encomendados. El objetivo de nuestra acción no es nuestra propia comodidad, si no la madurez de los educandos, especialmente aquellos que nos generan más problemas. Por ello la motivación se convierte en un elemento clave a la hora de desarrollar nuestra labor.




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